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Balcanes Literatura, Español

Ivo Andric – Un puente sobre el Drina

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Ivo Andric: Un puente sobre el Drina
Por Alejandro Lillo

Puente( 1) Construcción de cualquier clase hecha sobre un río o un corte del terreno para pasar de una orilla o de un lado a otro ( … ) (9) Lo que sirve para acercar a personas o cosas; particularmente a personas, si existe entre ellas tirantez o enemistad”.

María Moliner: diccionario de uso del español.
Un puente sobre el Drina, de Ivo Andric, es una obra ambiciosa que recorre cuatro centurias en la historia de una región situada en el corazón de los Balcanes. Con una prosa elegante y pausada, el narrador de la novela realiza una emotiva crónica de las vicisitudes a las que la pequeña localidad de Višegrad y su puente tienen que hacer frente. Por los capítulos de Un puente sobre el Drina, que casi pueden leerse de manera independiente, las generaciones de lugareños se suceden unas a otras, los acontecimientos se producen y pasan. Tan sólo el puente permanece en su lugar, testigo mudo de la tragedia de un territorio marcado por los conflictos y las rivalidades religiosas

Višegrad es un municipio de provincias enclavado en una zona abrupta y montañosa por la que discurre un impetuoso río: el Drina. Esta ciudad tranquila, en la que conviven cristianos, musulmanes y judíos, va a experimentar a mediados del siglo XVI una decisiva transformación. Un visir del Imperio otomano, cuyos dominios se extienden por toda la península balcánica, ordena levantar sobre el Drina un imponente puente de piedra. El objetivo del visir es el de enlazar Bosnia con Serbia y, a través de ésta, conectar los Balcanes con el resto de las provincias del imperio turco hasta Estambul. El puente, una vez edificado, se convertirá en un espacio capital en la vida cotidiana de la ciudad. No sólo por su monumentalidad, con sus “once arcos de amplia abertura” y “sus doscientos cincuenta pasos de largo”, sino porque:“… a su alrededor o relacionado con él, fluye y se desarrolla ( … ) la vida del hombre de la kasaba [ciudad] ( … ) En el puente sobre el Drina se dan los primeros paseos de los niños y los primeros juegos de los muchachos. Los niños cristianos nacidos en la orilla izquierda del Drina cruzan el puente los primeros días de su vida, porque ya la primera semana los llevan a bautizar a la iglesia. Pero también los demás críos, tanto los que han nacido en la orilla derecha como los musulmanes, a los que no se bautiza, han pasado la mayor parte de su infancia en los aledaños del puente, igual que sus padres y abuelos. Han pescado peces en los alrededores o cazado palomas bajo los arcos. Desde su más tierna infancia sus ojos se han acostumbrado a las líneas armoniosas de esta gran construcción de piedra clara, porosa, cortada con regularidad y precisión”.

Como se aprecia en este fragmento, el simbolismo del puente sobre el Drina es claro. Todos conocemos y entendemos sus múltiples sentidos metafóricos. No es, por tanto, un tema que se vaya a tratar aquí, como tampoco se aborda de forma explícita en la novela de Ivo Andric, aunque ese rico simbolismo esté siempre presente. De lo que sí se ocupa el escritor bosnio, galardonado con el Premio Nobel de Literatura, es de reflexionar y mostrar, a través de la vida diaria de los lugareños y las relaciones que establecen con su puente, las múltiples razones de su edificación, los variados usos que, a lo largo de los siglos y en función de circunstancias cambiantes, se le puede dar a esa estructura que sirve para pasar de una orilla a otra.

Todo logro humano, por perfecto y grandioso que parezca, siempre tiene un precio y en ocasiones el coste a pagar es muy alto. Junto al esfuerzo, al dolor y al sacrificio, a veces voluntario, otras no, que la obra conlleva, se añade la propina del olvido

Porque un puente no siempre se realiza sólo para unir dos orillas que antes estaban distantes. Los puentes son lugares importantes ya que también se edifican para dominar un espacio, para dominar determinados contornos. Un puente es un límite, una pequeña frontera que en ocasiones es necesario controlar. Es la forma que tienen el caudillo, el soberano o el gobierno de hacerse presente a sus siervos, a sus súbditos o a los ciudadanos, de mostrarse ante ellos. Es una presencia que puede resultar amenazante o protectora, tranquilizadora o alarmante. Con la construcción o el mantenimiento del puente, la autoridad que lo lleva a cabo o que gestiona su paso demuestra su poder sobre la naturaleza, pero también su ascendencia, su supremacía. Representa un poder que, aunque muchas veces parezca intangible, está ahí y en cualquier momento puede hacerse visible.

El puente sobre el Drina también es un lugar de reunión, literalmente un espacio de encuentro. En su mitad, el puente “se ensancha en dos terrazas idénticas, cada una a un lado de la calzada, doblando así su extensión. Ésa es la parte del puente que se llama kapija ( … ) La terraza de la derecha, yendo desde la ciudad, se llama sofá. Se eleva sobre dos escalones flanqueados por asientos a los que el pretil sirve de respaldo ( … ) La terraza izquierda, enfrente del sofá, es igual pero está vacía, sin asientos ( …) En esa terraza se ha instalado un vendedor de café ( … ) Un muchacho lleva el café al otro lado, a los comensales del sofá. Ésa es la kapija”. Allí se han sentado, a lo largo de los siglos, un sinnúmero de personas para relacionarse e intercambiar pareceres: los dirigentes de la ciudad se han reunido en la kapija para decidir qué hacer en momentos de crisis; jóvenes revolucionarios e impetuosos han protagonizado acaloradas discusiones nocturnas sobre política; los ancianos, asombrados por los avances que traen los tiempos, se han detenido en la kapija para recordar épocas pasadas, tranquilizados en su zozobra por el inmutable estado del puente; grupos de borrachos han elegido este espacio para representar sus disparates y los enamorados han satisfecho sus ardientes deseos allí.

El puente sobre el Drina como espacio de pasión y reflexión, sí, pero también como un lugar de muerte y tragedia: “No existen construcciones casuales al margen de la sociedad humana en la que brotaron ni al margen de sus necesidades, deseos y percepciones ( … ) Pero la existencia y la vida de cualquier construcción grande, bella y útil, así como su relación con la población en la que se alza, a menudo encierra dramas e historias complicadas y misteriosas”.

Los siglos pasan, el puente permanece. El Imperio otomano se desmorona y el Imperio austrohúngaro se va ensanchando, aumentando sus fronteras y, en su seno, también van naciendo movimientos nacionalistas

Así es, en efecto. Y el primer drama de toda gran obra, de toda imponente construcción, muchas veces se pasa por alto. A menudo las generaciones futuras o los descendientes de quienes emprendieron dicha tarea lo olvidan fácilmente, le restan importancia o, directamente, no lo tienen en consideración. Cuando hablo de obras importantes no me refiero sólo a edificaciones materiales, sino a cualquier tipo de logro o fabricación llevada a cabo por el hombre con su esfuerzo y determinación, sea tangible o no. Ese primer drama que toda gran obra lleva implícita, y que Andric nos relata con una maestría y una fuerza realmente admirables en las primeras páginas de la novela, es el de su propia construcción. Todo logro humano, por perfecto y grandioso que parezca, siempre tiene un precio y en ocasiones el coste a pagar es muy alto. Junto al esfuerzo, al dolor y al sacrificio, a veces voluntario, otras no, que la obra conlleva, se añade la propina del olvido: la indiferencia ante lo que realmente ha costado llevar a término el proyecto, quedando en las generaciones siguientes como algo ya dado, sin mayor importancia ni respeto.

Muchas son las historias que ha escuchado el puente, muchos los secretos que guardan sus macizas piedras blancas. Por el puente sobre el Drina no sólo cruzan comerciantes y bandidos, enamorados y forasteros, religiosos y traidores; cruzan carros con viandas y ejércitos en retirada; cruza el mismísimo diablo disfrazado de tahúr; por el puente sobre el Drina pasan los años y las décadas sin apenas tocarlo, como levitando por su superficie porosa y fresca, imperecedera. Se suceden las guerras y las inundaciones, las catástrofes y las reconstrucciones, peleas, encuentros, epidemias y alegrías; las generaciones se suceden y el mundo gira y gira pero el puente permanece ahí, inmutable y recio, como recordándoles a los habitantes de la pequeña Višegrad, “que la vida es un prodigio incomprensible porque se gasta y derrocha sin cesar y, sin embargo, dura y perdura firmemente”.

Los siglos pasan, el puente permanece. El Imperio otomano se desmorona y el Imperio austrohúngaro se va ensanchando, aumentando sus fronteras y, en su seno, también van naciendo movimientos nacionalistas que combatirán por la independencia de lo que para los austrohúngaros sólo son provincias. Las tornas han cambiado y ahora son los musulmanes los que se sienten amenazados, los que viven temerosos. Las relaciones se complican y la tensión va en aumento. Pero el puente permanece.

Sobre el curso del río Drina, en una zona escarpada y montañosa, hubo un tiempo en que se construyó un puente por deseo y voluntad de un visir que quería unir dos mundos. Un puente sobre el Drina cuenta la historia de esa edificación y los sucesos de los que fue testigo durante cuatro largos siglos, desde la fecha de su finalización, en 1571, hasta 1914. No se pregunten por qué la novela de Andric termina ahí. No me pidan que les hable del destino de aquella magnífica construcción. La historia de lo que sucedió aquel año y de lo que acontecerá a lo largo del siglo XX la conocemos todos. Sólo tengan presente dos cosas: que los puentes, a pesar de todo, nacen para ser cruzados. Y que el puente sobre el Drina permanece.

Fuente: http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=3753

 

Biografia:

Ivo Andrić fue un escritor yugoslavo que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1961 “por la fuerza épica con la que ha reflejado temas y descrito destinos humanos de la historia de su país”.

Ivo Andrić nació el 9 de octubre de 1892 en Dolac na Lašvi, cerca de Travnik, en Bosnia-Herzegovina, entonces parte del Imperio otomano. Sus padres, Antun Andrić y Katarina Andrić (de soltera Pejic), erancatólicos y residían en Sarajevo: el nacimiento de su hijo tuvo lugar en Dolac porque se encontraban visitando a unos parientes. Andrić fue bautizado con el nombre de Iván, con cuyo diminutivo, Ivo, sería conocido. Su padre murió cuando el futuro autor tenía sólo dos años: como su madre carecía de recursos para mantenerlo, fue educado por su familia materna en Višegrad, a orillas del río Drina, lugar en que se encuentra el famoso puente otomano Mehmed Pasa Sokolovic que luego daría título a una de sus más conocidas novelas, Un puente sobre el Drina.

Realizó sus estudios secundarios en Sarajevo. Empezó a escribir poesía durante su época de estudiante de secundaria: su primer poema, “U sumrak” (“En el crepúsculo”) apareció en 1911 en la revista Bosanska vila. También desde esta época, Andrić, defensor de la independencia de Yugoslavia, se hizo miembro del movimiento nacionalista progresista “Mlada Bosna” (“Joven Bosnia”). Estudió en las universidades de Zagreb, Viena y Cracovia.

Durante la Primera Guerra Mundial fue detenido por las autoridades austríacas debido a sus actividades políticas revolucionarias, primero en Šibenik, y luego en Maribor, donde permaneció hasta marzo de 1915. Tras su liberación, fue confinado en Ovčarevo y Zenica. Permaneció allí hasta el verano de 1917, cuando debió ser ingresado en el Hospital de las Hermanas de la Caridad de Zagreb a causa de una enfermedad pulmonar. Al proclamarse una amnistía general, participó activamente en la preparación de la revista Književni jug (“Sur Literario”) y publicó su libro de poemas en prosa Ex-ponto, donde describe la vida como una gran cárcel dominada por el miedo, el sufrimiento y la soledad.

Tras la creación en 1918 del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, Andrić se convirtió en funcionario público. En 1919 empezó a trabajar en el Ministerio de la Religión en Belgrado, participando activamente en la vida literaria de la ciudad, reuniéndose con escritores como Crnjanski, Vinaver,Pandurović y Sibe Miličić en la cafetería Moskva. En 1920 inició una exitosa carrera diplomática. Fue enviado sucesivamente a las legaciones diplomáticas yugoslavas en el Vaticano (1921), Bucarest (1921), Trieste (1922) y Graz (1923). No por ello descuidó la literatura: en 1920 vieron la luz un nuevo libro de poemas en prosa, titulado Nemiri (“Problemas”) y un relato, Put Alije Djerzeleza (“El viaje de Alí Djerzelez”). En 1922 publicó en revistas otros relatos breves, entre ellos “Za logorovanja” (“En el campamento”) y “Zena od slonove Kosti” ( “La mujer de marfil”).

Durante su misión diplomática en Graz, completó sus estudios universitarios, que no había llegado a concluir a causa de la guerra, y en junio de 1924 se doctoró en Filosofía con una tesis sobre “El desarrollo de la vida espiritual en Bosnia bajo la influencia del gobierno otomano”. A continuación fue destinado a Belgrado, y ese mismo año apareció su primer volumen de cuentos.

Ivo Andrić junto al puente Mehmed Paša Sokolović sobre el Drina, en Višegrad, que le inspiró para su obra maestra, Un puente sobre el Drina.

En 1926 ingresó en la Academia Serbia de Ciencias y Artes, por recomendación de Bogdan Popović ySlobodan Jovanović. Sus siguientes destinos diplomáticos fueron Marsella (en 1926), París, Madrid (en 1928) y Ginebra (en 1930).

Andrić entró en el servicio diplomático yugoslavo, donde ocupó diversos puestos, incluido el de embajador en Alemania. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, en 1941, presentó su dimisión y regresó a Belgrado definitivamente.

Durante la Segunda Guerra Mundial escribió tres novelas: La crónica de TravnikLa joven dama y Un puente sobre el Drina, en las que narra la vida, costumbres y hazañas de su Bosnia natal y de sus habitantes. En ellas, Andrić describe la historia de Bosnia desde su conquista por los turcos, en 1389, hasta la creación del Estado yugoslavo, después de 1919.

Aunque vivió en Roma, Bucarest, Madrid, Ginebra y Berlín, fue su provincia natal, Bosnia, con su historia, su folclore y su variedad étnica, cultural y religiosa, la que le proporcionó los temas que se encuentran en sus obras. Sin embargo, se consideraba a sí mismo un escritor yugoslavo. Se retrajo de toda actividad pública en la parte final de su vida. Murió el 13 de marzo de 1975 en Belgrado, entonces capital de la República Federal Socialista de Yugoslavia (hoy capital de la República de Serbia).

Cuando le fue concedido el Premio Nobel de Literatura en 1961, el comité alabó en particular “la fuerza épica” con la que describió los destinos humanos afectados por la Historia de su país, sobre todo en su obra Un puente sobre el Drina. Para Magris, la narrativa de Andrić hunde sus raíces en una coralidad épica, pero rescata la vida individual a través del tiempo, en el que siempre profundiza. Su obra, acaso la mejor de Yugoslavia, expresa una sabiduría anónima en la que se mezclan humor, fábula y tragedia. Su póstuma Omer-paša Latas es una novela inconclusa, sobre un renegado, que alerta sobre el espectro fratricida que sobrevuela por su país.

Obras

  • Put Alije Đerzeleza 1920. Tr. El viaje de Alija Djerlez.
  • Na Drini ćuprija 1945. Tr. Un puente sobre el Drina, Ed. de Bolsillo, 2000; El pont sobre el Drina, Edicions 62, 1999; “A ponte sobre o Drina”, Rinoceronte Editora, 2007.
  • Gospođica 1945. Tr. La señorita, Ed. de Bolsillo, 2003.
  • Travnička hronika 1945. Tr. La crónica de Travnik, Ed. de Bolsillo, 2003.
  • Priča o vezirovom slonu 1948. Tr. El elefante del visir.
  • Prokleta avlija 1954. Tr. El lugar maldito, Caralt, 1975.
  • Bife Titanic i druge price. Tr. Café Titanic y otras historias, El Acantilado, 2008.
  • Omer-paša Latas, editada en 1977.

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